“Me dijeron que eran los nervios; que soy muy nerviosa y que mis molestias abdominales eran por los nervios”. “A mí, tras haberme realizado varios exámenes y haber salido todo normal, me dijeron que era por el estrés, que mis dolores de cabeza eran por el ritmo de vida que llevo y que debería plantearme un cambio”.
¿Cuántas veces habré escuchado estos testimonios en mi consulta? Incontables. Me llamo Estefanía Quílez y soy alergóloga. Y tengo Déficit de DAO. Y me diagnostiqué yo misma, a los 30 años tras una crisis histamínica, sin saber por aquel entonces qué era eso. Sólo sabía que no estaba bien que de hecho, me encontraba muy mal hacía varios meses y como médico tenía muy claro que ese malestar general, ese cansancio eterno, esas migrañas y esos viajes urgentes al baño no eran “por los nervios”.
¿Cómo explicar entonces, si todo fuera debido a una personalidad nerviosa, que tras vomitar desaparecía el dolor de cabeza? ¿Cómo explicar entonces que me ponía muy enferma claramente cuando comía fuera de casa o tras grandes celebraciones como las Navidades? A raíz de estos razonamientos y tras rebelarme contra mi supuesto destino de ser una enferma crónica “por los nervios”, comencé a estudiar. Y a estudiarme. No diré “a escucharme” porque suela muy místico y soy médico. Soy una científica y creo que las enfermedades surgen por algo.
Y empecé a leer y a preguntar y a estudiar. Y acabé un sábado por a mañana en un laboratorio de análisis clínicos escuchándome decir “vengo a que me hagáis un Test de Déficit de DAO”. Tras diez días me llegó el resultado: 74 HDU/mL. Afortunadamente, no me sonó a chino y entendí en seguida que era intolerante a la histamina.
Y empecé con la dieta. Y empecé a mejorar. Y empecé a dejar de ver pacientes nerviosas y a ver mujeres que me explicaban mi propia historia de vida. Mujeres profesionales, estudiantes, madres… diferentes mujeres pero todas etiquetadas de “nerviosas”. Pues a mí no me lo parecían. Me parecían pacientes que no querían asumir un estigma impuesto sobre ellas, como si de histéricas se tratara. Histerum, útero. Pues histéricas somos todas entonces. Pero una cosa es ser mujer, otra es ser nerviosa y otras es tener una intolerancia alimentaria.
Migraña, “colon irritable” (o síndrome de intestino irritable, para ser correcta), urticaria crónica, fatiga. Son los síntomas principales de esta intolerancia alimentaria, la intolerancia a la histamina, debida a un déficit funcional del enzima diamino oxidasa, encargada de metabolizar la histamina del organismo, tanto la histamina exógena como la endógena, y cuyo mal funcionamiento provoca la acumulación de la histamina y los síntomas propios del enfermedad.
La intención de esta crónica es dar a conocer esta patología, ya que es bastante desconocida aún y por lo tanto en muchas ocasiones no se llega a diagnosticar. Por supuesto que existen las enfermedades psicosomáticas y también el efecto placebo. El poder de la mente sobre el cuerpo es un mecanismo fisiológico que ha sido reconocido hace tiempo por la comunidad científica. Pero yo estoy hablando de pruebas, de genes, de enzimas, de moléculas y de síntomas. Y de personas. Y de diagnosticar. Y de tratar. Y de mejorar la calidad de vida. Y de salir a cenar fuera y no tenerme que ir a casa en taxi cuando empieza lo bueno, y de no despertarme por la mañana los domingos sabiendo que el único día que puedo compartir con mi pareja me lo voy a pasar en pijama entre la cama y el sofá moribunda, y de que puedo ir de viaje a la conchinchina y saber que si me da diarrea, será alguna ameba caprichosa. En fin, estoy hablando de que se puede mejorar hasta el punto de volver a hacer vida normal, que no es poco.
¿Que si soy nerviosa? Pues sí, bastante nerviosa, que no paro, vamos. Y así pretendo seguir siempre, porque ya nada me para. Y por cierto, que vivan las histéricas, tu ya me entiendes :)!
Autora del Texto: Estefanía Quílez, médico especialista en alergología.
PD: otro día os contaré cómo conocí a Blanca, pero esa es otra historia.